1918. Ernest Hemingway trabajó en la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial
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Hemingway, hoy, mañana y siempre


Un joven Ernest Hemingway en 1918 (18 años). El futuro Premio Nobel de Literatura trabajó para la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial. El dibujo es nuestra versión de una de las fotografías más representativas de su vida. Porta el uniforme que usó en Italia como chófer de ambulancia para la Cruz Roja hasta que fue herido en un bombardeo de las tropas alemanas.

Hemingway, y el drama de la literatura universal

Según pasan los años tengo la sensación de que uno de los grandes novelistas de la historia está quedando en el olvido. Cada día son menos los jóvenes que conocen a Ernest Hemingway. De todos modos, también conocen menos a Bukowski, y la suya es una literatura más inmediata.

Un paseo por las librerías, me hizo ver que no es sólo la juventud la que no lee al autor de Por Quién Doblan Las Campanas. Sólo tres de sus novelas en toda la ciudad, en un olvidado rincón: Fiesta, El Viejo y el Mar e Islas a la Deriva.

El viejo librero no recordaba cuánto tiempo llevaban en la estantería. Si hay un escritor extranjero que debería tener un hueco fijo en las librerías españolas, ése es Hemingway. Y ni rastro de la novela ambientada en la Guerra Civil Española. Es como si en Italia nadie leyese Adiós a las Armas.

No, es mucho peor, Por Quién Doblan las Campanas fue un grito en su tiempo que despertó muchas conciencias en una lucha antifascista (se publicó en 1940, iniciada la Segunda Guerra Mundial). Una obra que influyó en la historia para que la veamos tal y como la vemos hoy. Es cierto que quitada del contexto político de aquellos años ha perdido una buena parte de su fuerza, pero sigue siendo una obra clave, de exquisita técnica, y entre las 10 novelas más importantes de la historia.

¿Qué ocurre con la literatura universal?

Esta pregunta me entretuvo durante el tiempo de un café. Entonces vi el móvil sobre la mesa y me paré a pensar en como están cambiando nuestros hábitos de lectura.


Nuestro río fluye demasiado rápido para pararnos en Hemingway



Hemingway envejeció demasiado para el mundo contemporáneo. Nadie podría imaginar hace sólo dos décadas que Ernest no sería ni amado ni odiado. El mundo fluye hoy en rápidos torrentes, incapaz de esperar, huérfano de la pausa que necesita su literatura descriptiva, rica en matices, que cuenta y no dice. Un río lento de párrafos, en contraposición a la tendencia actual, de decirlo todo sin contar nada.

El modo de enfocar la lectura ha cambiado desde que nuestro cerebro se niega a memorizar. La información llega desde todos los rincones. Esa información permanece inalterable, guardada en algún disco duro conectado a la red, a la espera de unos ojos que tengan tiempo para escudriñar todo el mensaje. Algo que no suele pasar, pues cada vez dejamos más cosas a medias, total ahí permanecerán para retomarlas en cualquier momento. O sea, nunca.


Pasamos demasiado rápido las páginas de los libros



Hoy no es necesario memorizar porque todo está a un clic en la pantalla de nuestro móvil. Esta ventaja ha supuesto también que la información fluya demasiado rápido ante nuestros ojos, que no miremos cada bloque de información en su conjunto. Navegamos por las páginas de internet sin leerlas. Buceamos en la información para buscar el trozo que nos faltaba de ese mapa que nos llevará a nuestro pequeño tesoro. Sin embargo cada mapa nos lleva a otro mapa, y pocas veces cerramos el navegador con la sensación de plenitud que otorga encontrar un tesoro.

Buscamos la punta del iceberg, sin prestar atención a la parte sumergida. Estas ideas son extrapolables a otras fuentes de información o de entretenimiento: pasamos demasiado rápido las páginas de los libros.


A Hemingway házselo despacio



Si intentas leer a Hemingway desconecta el móvil, apaga la tele y lee despacio, este autor logrará sumergirte en la novela. No es un autor complicado, al estilo de Proust o Faulkner, sin embargo, necesita la misma atención. En una novela de Ernest Hemingway las palabras fluyen con naturalidad, los párrafos engranan de modo suave y el ritmo de lectura es justo el necesario para que el texto construya la imagen mental en la cabeza del lector.

Su magna obra no presenta altibajos y nos deja la certeza de que el autor encontró el secreto del ritmo porque logró afinar cada frase y cada párrafo hasta darles la cadencia precisa para que las historias despertasen y fluyesen con vida propia. Es la brutalidad expresiva en una de sus mayores manifestaciones literarias. Si lo lees, la pluma del viejo maestro será un pincel que dibuje la escena. Tal era su capacidad descriptiva. Eso sí, la escena puede ser bella, pero otras veces será dura.

La latencia sin presencia es una constante en su obra. Hemingway no necesita describir las emociones de los personajes, pero las emociones se hacen presentes con su descripción de la acción. Recuerda que sólo nos enseña la punta del iceberg, el resto tendremos que leerlo entre líneas.

Hemingway necesita que se lo hagas despacio. Después será cosa tuya amarlo u odiarlo.

Opinión sobre la literatura de Hemingway y su ocaso en la actualidad

Artículo de Opinión. Por Izzy
Fotografía icónica del escritor
Artwork como fotos de Bukowski

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