Hace tiempo que no hablo contigo, Angelina, soy consciente de ello, pero sentí hoy la necesidad. Te
estarás preguntando a qué cojones vuelvo a ti después de tanto tiempo. Para hablarte, te digo.
Porque hoy te necesito.
Sé que piensas que mi amor es como un chorro de agua fresca, limpia y pura, siempre distinta. Pero
me has acusado muchas veces de que sólo la sustenta una rejilla de huecos grandes por los que se
diluye tan pronto como llega. Quizás tengas razón y esto no sea más que otro chorro de agua fresca
que desaparece en un abrir y cerrar de ojos. Lo que pasa es que la siento fría y húmeda contra mi
piel.
Así la sentí el viernes, la noche de las hogueras en la playa, la noche mágica de San Juan. Aunque no
sabría decir cómo de mágica fue para mi ánimo. Recuperé sensaciones que creía olvidadas hace
tiempo, un tiempo, no sé cuánto. Me di cuenta ayer, con una mala película de amor que me
enterneció y me hizo pensar en la chica del viernes, en su mirada. Una mirada que se dirigía hacia
mis ojos, directa, penetrante, siempre de soslayo con una sonrisa media como si no quisiese
mostrármela entera, mientras caminábamos de retirada hacia nuestras casas. Esa mirada la oí y era
una invitación. Esa maravillosa mirada la sentí. La sentí como un soplo de aire fresco que se cuela por
un resquicio en una puerta que mi torpeza no consiguió abrir. Una llamada para hacerla sentirse
única, que es como yo la veía en realidad. Se merecía la luna. ¿Y qué le podía yo ofrecer, además de
un aliento a mil licores?
Por ello trato de no pensar que su mirada fuese fruto de mi imaginación. Al mismo tiempo intento
recordarlo todo y el alcohol dejó sólo su mirada.
¿Podría entonces haber hecho más por ella si estuviese sereno? Sí. Al menos eso quiero pensar,
aunque puede que no llegásemos a conocernos. El caso es que nos conocimos. Gracias a otra mirada
suya. Una larga mirada larga en el garito de las diez copas.
Ahora miro hacia la pared donde estás pegada con celo, Angelina Jolie, y espero el transcurso de esta
interminable semana que me impide ver a la chica de la mirada y saber la verdad. Y lo hago mientras
recuerdo la llama que creí ver en esos ojos, que quizás sólo fuese el reflejo de los míos.