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LA RENTA BÁSICA UNIVERSAL: UNA NECESIDAD
¿Es la renta básica universal una necesidad?


La renta básica universal.
Cada año que pasa tengo la sensación de tener menos tiempo libre, de llevar una vida más automatizada, y guiada por escaleras mecánicas.
Cuando salto de esas escaleras y me desvío un poco de lo que propone el sistema, siento que voy a contracorriente, lo cual me hace recordar que hay bifurcaciones en todos los caminos. Siguiendo las pautas establecidas, noto como el trabajo, las necesidades propias y de la familia se están comiendo mi pensamiento creativo. Y veo a mi alrededor a mucha gente igual de frustrada por las necesidades que plantea la vida. Y a otras tantas lastimadas por la falta de tiempo.
Hoy mucha gente vive con sueño.
El reparto de la riqueza
En las últimas dos décadas, se ha generado tanta riqueza a nivel mundial, que sobraría para que el ciudadano que quisiese pudiese llevar aquella vida de filósofo griego que provocó una buena cantidad de avances matemáticos, tecnológicos o democráticos. Sólo que en nuestra era -aunque supongo que en ninguna- la riqueza no se ha repartido de un modo justo. Ni de modo alguno.
La sociedad necesita una paga universal que garantice que cada ciudadano pueda cubrir sus necesidades básicas: comida, vivienda, sanidad e higiene, educación, ropa, servicios básicos, etc. Se empezaría por los países más pobres, como resulta lógico y humanitario. Y debería de ser una paga semanal, por el bien de los menos previsores.
La convivencia pacífica precisa de un reparto más equitativo de la riqueza y de los recursos a nivel mundial. Por otro lado, muchos puestos de trabajo llevan una tendencia al alza hacia la automatización que en las próximas décadas provocará una oferta de trabajo escasa para la demanda existente.
Una renta universal evitaría las desigualdades que conducirán a la rebelión que se avecina y al cambio de manos en los medios de producción. Sucede cada cincuenta o cien años en todas las sociedades, de un modo u otro: una guerra, una rebelión, una catástrofe natural o artificial; aunque el cambio no tiene porqué llegar de modo violento. Un salto tecnológico o avance científico, un cambio de conciencia social, un nuevo sistema de gobierno podrían provocar que la riqueza se reparta más equitativamente, o sólo que cambie de manos.
Quizás el próximo cambio venga derivado de ese lado menos traumático. Quién sabe por dónde irán los tiros. Seguramente aún se esté desarrollando en algún garaje polvoriento la tecnología que lo cambie todo.
Bitcoin y criptomonedas, tecnología en desarrollo
De las actuales, un avance tecnológico que ya está implementado, en forma de criptomoneda, propone un cambio en el modo de entender el dinero. El Bitcoin podría hacer que el sistema económico actual saltase por los aires y que con ello cambiase el reparto de riqueza y poder. Esto podría provocar una fractura social entre detractores y benefactores, como ocurre siempre ante el cambio. También podría quedarse sólo en un sistema de pago por internet, un almacén de valor o un montón de unos y ceros en millones de ordenadores, pero sin valor alguno.
Resulta más sencillo repartir parte de la fortuna mundial entre todos. Los ricos y poderosos no tendrían que luchar o legislar contra el cambio, y los demás podríamos mejorar nuestra calidad de vida sin hacer saltar el sistema.
Cambios en el modelo productivo
Se avecinan cambios en el modelo productivo que harán surguir nuevos puestos de trabajo hasta ahora inexistentes, derivados de las nuevas tecnologías, por lo que aumentará la demanda de trabajadores formados y cualificados, pero lo hará para puestos cada vez más específicos. Sin embargo, la automatización, robotización y la implementación de algoritmos dejará desiertos puestos de trabajos más mecanicos o enfocados a tareas repetitivas que puedan ser realizadas por máquinas. Y cada año las máquinas pueden hacer más cosas. Por lo que habrá un sector de la población que se verá en un serio problema, ya que le resultará cada vez más difícil encajar en el sistema laboral.
El hombre debe dedicarse a pensar, a mejorar el mundo. No hay alternativa posible, ya que en las próximas décadas, paulatinamente, las máquinas -incluyendo hardware y software o algoritmos- empezarán a ocupar la mayoría de los puestos de trabajo manual, y muchos de los intelectuales y analistas. En los transistores de esas máquinas se quemará un porcentaje alto del trabajo total. Apostaría a que en el 2050 la mitad de la población mundial no tendrá en qué trabajar. Habrá gente que no vaya a conseguir nunca un trabajo.
Cada ciudadano debería poder elegir entre trabajar o pensar para mejorar su calidad de vida. Y casi todos los ciudadanos intentarían mejorar su vida aunque existiese una paga universal, ya que nuestra naturaleza es inconformista. Llamadme loca, pero me da que habrá quien quiera pasarse de vez en cuando un mes tumbado al sol caribeño, sosteniendo en la mano un mojito bien fresquito. O quien quiera comprarse una moto para pasear, mirar el paisaje y sentir el aire fresco de las montañas. Las expectativas son un motor para fomentar la creatividad.
La mayor parte de las personas de cualquier país trabajan mucho y piensan poco. La falta de tiempo, las cargas familiares y el salario bajo son el principal enemigo del pensamiento evolutivo, el que nos hace avanzar y mejorar como una sociedad, como una especie. Hace falta más tiempo libre. Cuando se libere a la sociedad del trabajo obligatorio, se multiplicarán exponencialmente los avances científicos, sociales, artísticos, pacifistas y en humanidades.
El resurgir de la creatividad
En nuestra naturaleza humana reside un instinto que nos hace avanzar: todos necesitamos sentirnos útiles. El trabajo forma parte de ello. Quizás no trabajemos en fábricas, pero liberados de las cargas económicas básicas, gracias a la renta básica, seremos más creativos, trabajaremos sin pensar que no llegaremos a final de mes. En ese mañana, cada ciudadano del mundo siempre tendrá algo para comer, viva donde viva.
Llevando esto al terreno personal, yo misma siento que pienso poco y trabajo mucho. Todos los días, lo único que pienso cuando me levanto con sueño a las siete de la mañana para ir al trabajo es: joder, me cago en Dios. Y en el metro hacia mi trabajo, veo la misma expresión en muchas caras. Eso daña la creatividad.
El trabajo debería de ser más libre, quizás más autónomo. Y más pensativo y reflexivo. Hoy muchas startups son desarrolladas por tipos que saltan hacia las bifurcaciones del camino. Primero la idea y después el trabajo. Si el trabajador cree en la idea, y no tiene la urgencia de cubrir las necesidades básicas, es más probable que la idea se convierta en algo productivo que añada riqueza, bienestar o satisfacción a la sociedad.
Que el día de mañana sigamos avanzando y prosperando en armonía, aunque no haya nada en lo que trabajar, depende de las bases que sentemos en los próximos años.

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