La Noche de las Brujas…
Una Noche en el San Juan Coruñés
Y entonces, del fuego nació una bruja voluptuosa. Se acercaban las 12h. del 23. Era la noche de saltar las hogueras para enterrar los pecados y librarnos del mal. Y en AQuemarropa sólo pensábamos en pecar. Objetivo: hogueras y queimada en la playa de Riazor.
Crónica de una noche inolvidable como punto de inicio al verano
En AQuemarropa nos vamos de fiesta. Visitamos A Coruña la noche mágica de las hogueras en la playa. Y entonces te lo contamos...
Dos días que terminan en una noche mágica. El San Juan coruñés es sin duda una de las grandes fiestas españolas. Una playa repleta de gente, churrasco o sardinas, buen rollo, copas, fuego a tope, y luego pafetos y disco. Una noche que se prolonga hasta el mediodía del 24.
Hemos logrado el objetivo, hemos purificado nuestra alma con una dosis enorme de fiesta. Todavía afónicos, cantamos un último: "Coruña enteraaa, se va de Borracheraaa..."
La Noche de las Brujas... Crónica de San Juan en A Coruña
Los Rituales de On The Road Again
Capítulo por Shellie
Dos cafés y un chocolate, una docena de churros, una lista de la compra que estábamos cubriendo en una servilleta (llenando de priva y comida, por ese orden), un paquete de cigarrillos, un mapa porque a Izzy siempre le gustó trazar las rutas -es un romántico y no soporta que usemos el GOOGLE Maps o el GPS de nuestros móviles-, un barniz de uñas abierto... Así estaba nuestra mesa de desayuno en la cafeta de la esquina. Eran las 8 de la mañana, el mundo dormía, Alabama pintaba sus uñas de rosa oscuro mientras enfriaba su chocolate.
Los tres reporteros de AQuemarropa -Alabama, Izzy y una servidora- sacudimos nuestras legañas, sorbimos los últimos tragos de nuestros cafés o chocolate y tiramos hacia nuestro SEAT Ibiza indestructible.
Izzy sacó su cinta del Appetite (en realidad fue un CD, pero cinta suena más nostálgico) y sonaron esos acordes de Welcome To The Jungle que incitan a la aventura, y me ponen cachonda. Estábamos enfocando la autopista cuando Alabama sacó tres servilletas y las repartió. Era el momento.
Abrimos las ventanillas y, al grito de... bueno, un grito, sin más... el caso es que abrimos las ventanillas, y tiramos los papeles... Y allí quedaron, en la entrada de nuestra ciudad, junto a nuestro Yo responsable, ya recogeríamos los papeles a la vuelta. Ahora sí, estábamos preparados para San Juan. Rumbo A Coruña.
Y entonces llegamos al Orzán. Salí del coche y me coloqué mis gafas de sol, aún era hora de playa, y la teníamos delante de nuestros pies. Alabama me abrazaba y compartía mi entusiasmo por la vista de la arena y el turquesa del mar de Riazor.
Izzy había ido al maletero, y me lanzó una birra. Se la devolví. No soporto la cerveza, si está caliente. Pero nuestro ritual lo obligaba y no queríamos ir a un bar, si no a la playa. Alabama dijo de cambiarlo por un chupito de tequila. Protesté, no teníamos vasos de chupito. Izzy llenó el tapón y me lo pasó.
¿Sin brindar?
Bébetelo y calla, me increpó la rubia de mal genio. Pero lo vacié en un vaso de plástico. Sin brindar no es lo mismo. Brindamos, nos tragamos el tequila y nos fuimos a la playa.
Una leyenda urbana el día antes del San Juan
Capítulo por Alabama
Shellie y yo dormimos juntas la primera noche, e Izzy en la habitación de al lado. Shellie negoció con Izzy que la habitación individual sería para el primero que ligase. Fanfarroneaba. Mucho piercing, tatuajes, pero Shellie es una mojigata enamoradiza. Ahí queda eso.
Le di un beso de buenos días a mi amiga. Quería que se despertase de una vez. Tenía que ayudarme con una broma que quería probar con Izzy.
Shellie protestó mientras se desperezaba, aunque no entendí qué decía. Cuando le conté de qué iba el rollo, saltó de la cama, y en pijama bajamos a convencer al recepcionista. Fuimos muy convincentes, así que nos dio la llave de la habita de Izzy sin rechistar mucho.
Izzy nos había contado durante el viaje que si metes el dedo de alguien mientras duerme en un vaso de agua, el tío se mea en la cama. Pero que era un dicho que no había probado nunca.
La anécdota del vaso de agua
No necesitamos la llave del recepcionista, nuestro amigo no había pasado la llave a la puerta de su habitación. Shellie guardó su llave con la nuestra en el bolsillo del pijama. Abrimos la puerta una rendija. Escuchamos la respiración constante de Izzy. Dormía.
Entramos sigilosamente. ¿El vaso? Mierda, no nos habíamos acordado del vaso con agua. Entramos en el baño y cerramos la puerta. Nos costaba aguantar la risa. Abrimos poco el grifo, y llenamos un vaso hasta cerca del borde.
Me agaché al lado de Izzy. Sentía la respiración de Shellie en mi nuca. Las manos de Izzy, joder, no las veía. Dormía boca abajo, las manos debajo de la almohada. Qué complicado todo. Y oscuro. Su mano izquierda era imposible, la tenía debajo de la almohada con la cabeza encima. La derecha estaba por encima de la almohada. Tuvimos que pasar hacia el otro lado de la cama. Tiramos de su mano despacio, controlando los cambios en su respiración.
Fuimos muy profesionales y lo conseguimos, metimos su dedo índice en el vaso.
-¿Y ahora qué? -Miré a Shellie, y me encogí de hombros.
-Esperamos. ¿Nos metemos debajo de la cama?
No entiendo cómo se me ocurrió tremenda tontería. No estaba muy limpio que digamos.
-Puedes quejarte al recepcionista -me dijo Shellie. -Le dices que estabas debajo de la cama de Izzy y viste polvo.
Entre una cosa y otra, nos moríamos de risa.
-¿Y si se mea? Igual nos llueve encima.
Decidimos salir, me dolía la tripa y me caían las lágrimas. Shellie también lloraba. Pocas veces me reí tanto sin poder hacer ruido. Tampoco sabíamos qué hacer ahora. Esperar a que se mease era un fastidio.
Nos intentamos meter en la cama, una a cada lado de Izzy, aunque dejando distancia. No fuese a mearse. Entonces se despertó. No fue de golpe, sino gradual. Quité el vaso y lo dejé en la mesilla. Izzy no sabía muy bien lo que estaba pasando. Así que Shellie saltó sobre él, y yo fui detrás.
-Buenos días.
-Sorpresa.
Le dimos achuchones, lo abrazamos, lo besamos, lo babamos. Protestó, se irguió, nos apartó. Así que le hicimos cosquillas. Jugamos en rato los tres, hasta que jadeábamos de cansancio. Me levanté a abrir la persiana. Nos dolió tanta luz.
Izzy me siguió con la mirada mientras volvía a la cama, y su vista topó con el vaso. Entonces miró su dedo. Salté de la cama hacia el otro lado, pero a Shellie no le dio tiempo y quedó atrapada debajo de Izzy.
-Así que era eso. -Miró hacia su entrepierna.
-Ahora ya sabes que no funciona -dijo Shellie.
Yo miraba, asomada desde la puerta, como Shellie iba a recibir su merecido castigo. Izzy cogió el vaso, y fue derramando su contenido sobre nuestra amiga. Primero por la espalda, luego por dentro de la camiseta, mojándole bien las tetas. Shellie se retorcía. Realmente lo estaban pasando en grande.
Yo también quería. Izzy levantó la vista como si me leyese la mente, y saltó de la cama.
Oía el ruido del agua llenando el vaso mientras me escapaba hacia mi habitación.
Divagaciones al sol
Alabama y yo tiramos hacia la playa y buscamos un sitio entre los montones de madera preparados para las luminarias del sábado. Izzy buscaba un qué se yo por el coche. Lo debió encontrar pronto porque llegó y se encendió un cigarrillo. Alabama estaba en modo tomar el sol. Completamente off.
Yo le tiraba arena a Izzy, que fumaba y miraba el horizonte mientras me hablaba de la única vez que había venido al San Juan Coruñés. Sentía nostalgia. De sus amigos, todos desperdigados. Me habló sobre el relato corto que hay en su página de presentación.
Lo había escrito al día siguiente de aquel San Juan. Eso explicaba muchas cosas. Tomé buena nota para añadir esa historia a su presentación, ya que la escribíamos Alabama y yo, aunque le diésemos la voz de Izzy. Me gustó así.
Alabama. La muy cabrona es capaz de sonreír a la cámara y mostrarse radiante aunque la despiertes para una foto sorpresa. -Por Shellie
La Noche de Las Brujas. Así vivimos el San Juan Coruñés
Capítulo por Izzy
Y entonces terminamos el hielo. Alabama dejó la botella de Arehucas en la arena y se acercó a la hoguera de enfrente. Había tres chicos y tres chicas. Uno de los chicos se levantó y se puso a su lado. Shellie me chivó que era el feo de los tres. Qué pena, Alabama. Shellie y yo nos reímos.
Alabama tardaba. No sé si la idea fue de Shellie o mía, el caso es que nos servimos una copa. Al no tener hielo en el vaso, no fuimos capaces de controlar la cantidad de ron, y aquella copa sabía a rayos. Así que la bebimos de penalti, apostando a ver quien acababa antes.
Debí de ganar porque Shellie se echó sal en la mano y se preparó un culín de tequila. No había limón. El tupper con los gajos me había caído a la arena. Shellie levantó el vaso hacia mí, a modo de brindis, y para dentro.
La Noche en la Playa de Riazor
Me lo estaba pasando bien con Shellie, pero aún así quería socializarme. Pillé la botella de tequila, y los vasos de plástico, y fuimos hacia el grupo con el que hablaba Alabama. Estaba sentada con ellos, y hablaba con una chica. Se levantó al verme.
Yo obligué a las chicas a aceptar el chupito, y Shellie y Alabama convencieron a los chicos. Era tradición, brindar con tequila.
Entonces conocí a Elena. Fue la última en acabar el chupito, y mi cabeza estuvo rápida. Me acerqué e intenté echarle más tequila. No le hizo mucha gracia.
- El último en beberlo, repite. Es tradición.
Alabama me siguió la corriente. Sí, Sí, es tradición. Igual de mentirosa que yo. Entonces se me escapó la mano, y llené de más el vaso de Elena.
Nos sentamos en la arena, y eché tequila en mi vaso, para que Elena aceptase beber del suyo. Vertí sal en mi mano, y giré la boca del salero para que no saliese sal en la mano de Elena. Brindamos por La Noche de San Juan, Elena chupó la sal del reverso de mi mano y bebimos el tequila de golpe.
- Voy a nuestra hoguera, a echarme un poco de ron en el vaso.
- No, no te vayas. Tenemos nosotras. Te invito.
La hoguera se fue consumiendo, mientras le contaba a Elena de qué iba el rollo este de AQuemarropa. Me quité la sudadera y se la puse por los hombros. La verdad es que hacía frío, así que ella se metió una manga y me dejó a mí la otra, lo cual me obligó a abrazarla.
Shellie saltó la hoguera. La tradición dice que así purificaba su alma de pecados, aunque Shellie no tiene maldad de bruja. Alabama se fue a sentar sola a un lado de la hoguera, a unos metros de donde yo estaba con Elena.
La táctica le funcionó porque uno de los chicos guapos se acercó y le habló. La cosa parecía avanzar, pero el chico la cagó en algún punto porque Alabama perdió interés, y se levantó y fue a abrazar por la espalda a Shellie, que hablaba con el chico que le parecía feo.
Me levanté y tiré de Elena. Y seguí tirando de Elena para unirnos a la huida de Alabama y Shellie. La playa nos había dado una cena de chorizos y sardinas a la brasa, una hoguera, una botella de ron con la que calentarnos, una chica simpática, unas risas. Ahora queríamos rematar la noche. Alabama y Shellie con la discoteca.
Subimos las escaleras de piedra, y dejamos atrás las hogueras de la playa. El resto de la noche pongamos que no la recuerdo.
Reportera Shellie en la playa
Dibujo de Shellie al sol de la playa de Riazor
Reportera Alabama un día antes de San Juan
Artwork de los tres reporteros AQ y una bruja voluptuosa
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