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Un Poco de Mano Izquierda
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Relato corto. Un Poco de Mano Izquierda. Página 5

Dibujo de una television y la letras "AQuemarropa"



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Alex Rodríguez

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Madonna Leyendo
“Eh”. Quintanilla pidió atención. Lo miramos. Se tomó su tiempo, la ira subía a su cabeza. Agarró el aspa del ventilador y estiró la otra mano hasta apuntarme con el índice. Gritó:

- No es una vaca. Es un cerdo.

Sucedió entonces, Bruno García presionó el interruptor azul. Y…

Zas
.

El brazo de Quintanilla giró con el aspa y tiró de su cuerpo hasta lanzarlo al suelo. Mientras caía, un trozo de carne roja volaba por los aires y, por un momento, dejó una estela de sangre en forma de arco. Sentí una lluvia cálida en mi cara. Ya no escuchaba las risas. A medio camino, en las gargantas, ahogadas por un chillido que pareció emerger desde el fondo de una tubería. Mis compañeros pusieron muecas de asco cuando vieron la sangre. Yo concentré la mirada en el suelo. Mantuve los brazos tras la espalda y la boca un poco abierta, como uno más de mis compañeros.

“La leche; agarradlo”.

Dije eso porque no sabía qué decir y había escuchado exclamaciones parecidas. Aunque la mayoría no decía nada, sus bocas permanecían abiertas, imposibles de cerrar.

Inspiré hondo un par de veces y no puede evitar sonreír durante medio segundo. Ni siquiera medio segundo porque entonces lo vi, y la visión del miembro amputado me hizo buscar una saliva que no encontré en la boca. No sólo veía la cara de la víctima o el muñón ennegrecido, de esa carne salía un hilo de sangre que había formado un charco en el suelo. Y no podía apartar la vista de los tres cuartos de mano amputada, con sus deditos retorcidos, porque la mala suerte la había colocado a mis pies.

Quintanilla miraba para el mismo sitio. Era un montón de sangre y un trozo de carne, con la piel levantada y astillas blancas. Antes había sido parte de su mano.

Fue un instante, luego comenzó a gritar. Entonces los dos operarios de bigote lo sujetaron; lo abrazaban para que dejase de temblar. Me di cuenta de que la risa y el dolor le provocaban movimientos de mandíbula similares. Un instante significan alegría... Me preguntaba si Quintanilla pensaría esto cuando recordase el instante.

Los tipos de bigote lo izaron por los hombros camino de la enfermería para atenderlo mientras no llegaba la ambulancia. Antes un operario había sacado su pañuelo, y lo único que consiguió fue emborronarle la cara de sangre. Alguien de fuera trajo una fregona y unas bayetas.

En cuanto a mí, los calores me habían remitido y sin embargo me olía a sudor más que nunca. Olfateé el aire en dirección a Bruno García.

No cabía duda, era él.

Aunque su cara parecía cubierta de maquillaje blanco, las gotas de sudor le resbalaban hasta la barbilla. Claro, si había algún culpable, era quien presionó el interruptor, eso lo sabíamos todos.

Le puse una mano sobre el hombro.

- Tranquilo, la culpa no fue tuya. Qué aquí hacía un calor de la hostia, hombre.

Sonó entonces la campana.

Eché una última mirada atrás y el aire fresco del ventilador atusó mis cabellos. No pude evitar echar una mirada y ver el trozo de carne por última vez. La sangre de Quintanilla seguía un cauce invisible hacia la puerta, abierta, de par en par, donde encontraría un infierno de arena.

¿Tardaría en llegar?

Quizás, aunque era probable que los tipos de la fregona acelerasen el cauce.

- ¿Y qué hacemos con esto? -dijo uno de esos tipos.

- Igual se lo pueden volver a poner -dijo el más gordo de los dos.
FIN
Este ralato corto surgió cuando escribíamos el artículo de "De Profesión Cartero" sobre el escritor estadounidense Charles Bukowski. Aprender sobre el este escritor nos dejó fascinados. Bueno, no a todos por igual. Dentro de nuestras limitaciones, quisimos escribir un relato corto inspirado en su literatura. Esto es lo que salió. Como el Viejo Indecente solía decir con sarcasmo: Dedicamos este relato a la mala escritura. Y por supuesto al Escritor y Poeta.
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